PHM-Exch> Somos humildes siervos de los señores de la nube: bienvenidos al tecnofeudalismo
Claudio Schuftan
cschuftan at phmovement.org
Wed Feb 21 23:59:05 PST 2024
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*Por Yanis Varoufakis*- El País*
*Un nuevo capital mutante ha matado y sustituido al capitalismo: el capital
en la nube. No fabrica cosas, sino que se compone de dispositivos
concebidos para modificar nuestro comportamiento. Y le va de maravilla*
Miremos hacia donde miremos, estamos presenciando el triunfo del capital.
En almacenes, fábricas, oficinas, universidades, hospitales públicos,
medios de comunicación, incluso en el espacio, pero también en el
microcosmos de las semillas patentadas
<https://elpais.com/america-futura/2023-12-03/resistir-al-capitalismo-semilla-a-semilla.html>.
¿Cómo me atrevo, entonces, a afirmar que el capitalismo ha muerto
asesinado? ¿Quién lo ha matado? La respuesta es de una ironía deliciosa: el
capitalismo ha muerto asesinado por su propia mano: por el capital.
Si estoy en lo cierto, lo preocupante no es lo que la Inteligencia
Artificial (IA) nos vaya a hacer en el futuro, sino lo que ya ha hecho: el
capital ha llegado a ser tan dominante y ha mutado en una variante tan
tóxica que, como un virus estúpido, ha acabado matando a su anfitrión, el
capitalismo, para sustituirlo por algo muchísimo peor.
Este nuevo capital mutante que ha matado al capitalismo vive en la famosa
nube
<https://elpais.com/videos/2022-02-22/video-donde-se-almacenan-mis-datos-entramos-en-el-corazon-de-una-nube.html>,
así que llamémoslo capital en la nube.
El capital en la nube, por supuesto, no vive realmente en la nube, sino en
la Tierra; reside en equipos conectados en red, granjas de servidores,
torres de telefonía móvil, programas, algoritmos basados en inteligencia
artificial y en el fondo de nuestros océanos, donde se extienden
incontables kilómetros de cables de fibra óptica
<https://elpais.com/chile/2024-01-12/humboldt-el-primer-cable-submarino-de-fibra-optica-entre-sudamerica-y-el-asia-pacifico.html>
.
A diferencia de lo que ocurre con los medios de producción del capital
tradicional, como los motores de vapor o los robots industriales modernos,
que son medios fabricados, el capital en la nube no fabrica cosas, sino que
está compuesto por
<https://elpais.com/tecnologia/2023-11-19/cuando-el-algoritmo-te-invita-a-suicidarte.html>dispositivos
concebidos para modificar el comportamiento humano. Eso es lo que son Alexa
de Amazon o el Asistente de Google
<https://elpais.com/smoda/feminismo/2023-12-28/fabricadas-para-servir-por-que-los-asistentes-virtuales-tienen-voz-y-nombre-de-mujer.html>:
un medio de modificación del comportamiento construido precisamente para
eso. Es una máquina, una pieza del capital, a la que entrenamos para que
nos entrene para que la entrenemos para que ella decida qué queremos. Y,
una vez decidido lo que queremos, la misma máquina nos lo vende
directamente, sin pasar por los mercados.
Por si fuera poco, esa misma máquina consigue que sostengamos la enorme red
de modificación del comportamiento a la que pertenece con nuestro propio
esfuerzo, de forma voluntaria y gratuita. Cuando publicamos reseñas,
valoramos productos
<https://elpais.com/estilo-de-vida/2024-01-11/una-resena-para-cada-experiencia-como-internet-nos-obliga-a-medirlo-todo-con-estrellas.html>
o publicamos en la red vídeos, diatribas y fotos
<https://elpais.com/icon/2024-01-25/somos-victimas-del-algoritmo-dependemos-de-sus-numeros-por-que-los-influencers-hacen-lo-mismo-una-y-otra-vez.html>,
estamos ayudando a reproducir el capital en la nube sin recibir un céntimo
por nuestro trabajo. La máquina, en definitiva, nos ha convertido en
siervos de la nube. Mientras tanto, en las fábricas y los almacenes, los
mismos algoritmos que modifican nuestro comportamiento y nos venden
productos se utilizan —normalmente, mediante dispositivos digitales en la
muñeca del trabajador— para hacer que trabajen más deprisa, dirigirlos y
vigilarlos minuto a minuto
<https://elpais.com/economia/2023-11-25/los-trabajadores-de-los-grandes-almacenes-de-amazon-desconvocan-la-huelga-pero-la-mantienen-los-de-ultima-milla.html>
.
Impresiona ver de qué forma el capital en la nube consigue desempeñar cinco
funciones que antes estaban fuera del alcance del capital tradicional. Capta
nuestra atención
<https://elpais.com/babelia/2023-01-16/la-batalla-por-la-atencion-en-el-siglo-xxi-ya-ha-comenzado.html>.
Fabrica nuestros deseos. Nos vende directamente, sin pasar por los mercados
tradicionales, lo que nos ha hecho desear. Fomenta el trabajo proletario en
los centros de trabajo. Y crea una ingente mano de obra gratuita (los
siervos de la nube).
¿A alguien le extraña que los propietarios de este capital en la nube
—llamémoslos los nubelistas— tengan un poder hasta ahora inimaginable para
obtener una plusvalía gigantesca de los proletarios, un volumen
incalculable de trabajo no remunerado de casi todo el mundo y, de los
capitalistas vasallos, unas rentas de la nube inconcebibles? ¿Cómo no van a
ser mucho más poderosos de lo que pudieron ser jamás Henry Ford
<https://elpais.com/elpais/2020/08/07/planeta_futuro/1596793789_136675.html>
o Rupert Murdoch
<https://elpais.com/economia/2023-11-18/rupert-murdoch-se-va-pero-se-queda.html>
?
“Un momento”, me dirán. “¿En qué se diferencia Jeff Bezos de Henry Ford?
¿No son todos monopolistas?”. No. Amazon.com no es una empresa capitalista
monopolista. En el momento en que entramos en amazon.com hemos salido del
capitalismo. Es cierto que es un sitio lleno de compradores y vendedores, así
que es una enorme plataforma comercial
<https://elpais.com/economia/2024-02-01/amazon-logra-una-facturacion-record-de-574785-millones-de-dolares-tras-crecer-un-12-en-2023.html>,
pero no es un mercado. El dueño de todo es un hombre llamado Jeff
<https://elpais.com/gente/2023-11-19/jeff-bezos-la-transformacion-del-discreto-fundador-de-amazon-en-rey-del-bling-bling.html>,
que es muchísimo más que un monopolista.
Jeff no posee las fábricas en las que se producen los artículos que los
capitalistas tradicionales no tienen más remedio que vender en su
plataforma. Lo que sí posee es el algoritmo que decide qué productos vemos, el
mismo algoritmo que nosotros hemos entrenado
<https://elpais.com/tecnologia/2023-12-11/gemma-galdon-auditora-de-algoritmos-la-inteligencia-artificial-es-de-muy-mala-calidad.html>
para
que nos conozca a la perfección y nos empareje con un vendedor —al que
también conoce a la perfección— de forma que cada emparejamiento tenga las
máximas probabilidades de permitirle a Jeff extraer el mayor margen posible
del vendedor por cada cosa que se compra: hasta el 40% de lo que pagamos.
La mente se revuelve ante una explotación de tal dimensión y tan
radicalmente nueva
<https://elpais.com/sociedad/2024-01-20/como-afectan-las-redes-sociales-al-cerebro-joven-las-metricas-de-aprobacion-constante-son-un-hecho-sin-precedentes-en-nuestra-especie.html>.
El mismo algoritmo que ayudamos a entrenar en tiempo real para que nos
conozca de arriba abajo modifica nuestras preferencias y administra la
selección y la entrega de los productos que van a satisfacer esas
preferencias. Si dos personas escriben “bicicletas eléctricas” en amazon.com,
obtendrán recomendaciones totalmente diferentes. Es como si, en un mercado
o centro comercial tradicional
<https://elpais.com/smoda/moda/el-futuro-de-los-centros-comerciales-sera-normal-ver-gente-que-se-va-a-hacer-una-revision-medica-alli-y-luego-ya-se-queda-de-compras.html>,
las dos personas caminasen una al lado de la otra, mirando en la misma
dirección, pero viendo cosas distintas en función de lo que el algoritmo de
Jeff quiere que vea cada una.
Todos los que entramos en amazon.com navegamos en un aislamiento construido
por el algoritmo, como si estuviéramos en un panóptico en el que no podemos
vernos unos a otros
<https://elpais.com/ideas/2024-01-01/la-erotica-del-dato-conduce-a-la-robotizacion-de-las-personas.html>
sino
solo el algoritmo que todo lo ve o, para ser más exactos, lo que el
algoritmo nos permite ver para sacar el máximo dividendo de la nube, la
versión actual de la renta que los señores feudales cobraban por las
tierras a sus vasallos y sus campesinos.
Esto no es capitalismo. Señoras y señores, bienvenidos al tecnofeudalismo.
El capitalismo, no lo olvidemos, tenía dos pilares: los mercados y los
beneficios
<https://elpais.com/ideas/2023-09-12/stephanie-roza-filosofa-estar-a-favor-del-decrecimiento-es-antiprogresista-hay-paises-que-necesitan-crecer.html>.
Por supuesto, los mercados y los beneficios siguen estando omnipresentes.
Pero el capital en la nube los ha desplazado del centro de nuestro sistema
socioeconómico, los ha empujado hacia los márgenes y los ha reemplazado.
Los mercados, el medio en el que se desarrolla el capitalismo, se han visto
sustituidos por feudos en la nube, plataformas de comercio digital como
amazon.com o Alibaba
<https://elpais.com/economia/2024-01-05/las-plataformas-chinas-de-comercio-digital-plantan-cara-a-amazon-esta-navidad.html>
que,
como hemos visto, parecen mercados, pero no lo son.
¿Y los beneficios, que son el combustible del capitalismo? Pues los han
sustituido sus antecesoras feudales: las rentas. En concreto, las rentas de
la nube, una nueva forma de alquiler que hay que pagar por el acceso a esos
feudos o plataformas digitales.
¿Cómo surgió el capital en la nube? Nació a finales de los años noventa, cuando
el internet original, que era un bien común —funcionaba como una zona libre
de capitalismo—
<https://elpais.com/ideas/2024-01-17/aprender-a-navegar-conscientemente-lo-que-nos-ensenan-los-frikis-del-primer-internet.html>,
aquel internet 1.0, por así decir, cayó en manos de las grandes empresas
tecnológicas que estaban naciendo, que lo privatizaron.
¿Quién pagó los billones de dólares que costó fabricar y acumular el
capital de la nube con tanta rapidez en manos de unos pocos nubelistas? Lo
sorprendente es que fueron, sobre todo, los bancos centrales de los países
del G-7. ¿Cómo es posible? Pues por accidente, o, para ser más exactos, por
culpa de la crisis.
Tras el hundimiento del sector financiero en 2008
<https://elpais.com/economia/2018/09/07/actualidad/1536333092_303809.html>,
los banqueros centrales imprimieron nada menos que 35 billones de dólares
para rescatar a los bancos mientras nuestros gobiernos sometían al pueblo a
duras medidas de austeridad. Los capitalistas fueron suficientemente
astutos como para prever que la gente no iba a tener un céntimo y no iba a
poder comprar sus productos. Así que, en lugar de invertir, llevaron el
dinero del banco central a la Bolsa y a los mercados de bonos, donde
compraron acciones, bonos y, de paso, yates, arte, bitcoins, NFT
<https://elpais.com/tecnologia/2023-10-25/para-cuando-el-lamborghini-asi-sobrevive-el-mercado-de-los-nft-despues-de-prometer-millones-a-sus-inversores.html>
y
cualquier “activo” que pillaron.
Los únicos capitalistas que realmente invirtieron en capital fueron los
dueños de las grandes tecnológicas
<https://elpais.com/economia/2024-02-03/las-grandes-tecnologicas-logran-beneficios-record-en-2023-tras-recortar-sus-plantillas.html>.
Por ejemplo, nueve de cada diez dólares que se invirtieron en crear
Facebook procedían de ese dinero de los bancos centrales. Así se financió
el capital en la nube y así se convirtieron los nubelistas en nuestra nueva
clase dirigente.
Como consecuencia, el verdadero poder hoy no lo tienen los dueños de
maquinaria, edificios, ferrocarriles, compañías telefónicas o robots
industriales. Estos anticuados capitalistas terrestres siguen obteniendo
plusvalías del trabajo asalariado, pero ya no son los que mandan
<https://elpais.com/internacional/2023-11-28/elon-musk-recibido-en-israel-como-un-jefe-de-estado-la-geopolitica-de-las-grandes-tecnologicas.html>.
Se han convertido en vasallos de los propietarios del capital en la nube,
de los nubelistas. En cuanto a los demás, hemos vuelto a nuestra antigua
condición de siervos y contribuimos a la riqueza y el poder de la nueva
clase dominante con nuestro esfuerzo no remunerado, que se añade al trabajo
asalariado que hacemos cuando tenemos la posibilidad
<https://elpais.com/proyecto-tendencias/2023-12-14/en-que-trabajaremos-si-se-termina-el-trabajo.html>
.
¿Todavía no están convencidos? Ya, es difícil dejar atrás la palabra
capitalismo. Los liberales no son los únicos para los que es como el agua
para los peces. Los socialistas también necesitamos sentir que nuestro
propósito en la vida es derrocar al capitalismo
<https://elpais.com/ideas/2023-09-24/wendy-brown-filosofa-la-izquierda-debe-hacer-algo-mas-que-reaccionar-a-lo-que-dice-la-derecha.html>.
Resulta difícil aceptar que el capital se nos ha adelantado y lo ha
sustituido por algo peor. De hecho, mis amigos de izquierdas son los que
más intentan disuadirme y convencerme de que sí, puede que el capital en la
nube sea importante, pero “esto sigue siendo capitalismo, colega”.
* Amazon está lleno de compradores y vendedores, pero no es un mercado, el
dueño de todo es Jeff Bezos*
Llamémoslo capitalismo rentista o capitalismo monopolista, me sugieren.
Pero no es suficiente. El alquiler de la nube no es como el alquiler del
suelo <https://elpais.com/noticias/viviendas-alquiler/>, porque exige una
enorme inversión en nuevas tecnologías. Y tampoco son rentas procedentes de
un monopolio, porque Bezos y Zuckerberg no monopolizan mercados para vender
lo que fabrican (como hacían Ford y Edison), sino que han sustituido a los
mercados y no están interesados en fabricar nada (a diferencia de Ford y
Edison).
¿Qué tal capitalismo de vigilancia
<https://elpais.com/ideas/2020-09-25/somos-el-alimento-del-capitalismo-de-vigilancia.html>?
Tampoco. Los nubelistas no se limitan a utilizar algoritmos para lavarnos
el cerebro en nombre de los anunciantes en un entorno capitalista. No, el
capital en la nube se reproduce gracias a nuestro trabajo gratuito, explota
directamente el trabajo asalariado
<https://elpais.com/planeta-futuro/2023-12-17/esto-es-neocolonialismo-digital-hablan-los-moderadores-africanos-que-ponen-a-las-grandes-tecnologicas-contra-las-cuerdas.html>
y
exprime las rentas de la nube de los capitalistas vasallos en plataformas
comerciales que no son mercados. Esto no es capitalismo, señores.
¿Pero qué pasa con la afirmación de que el tecnofeudalismo es parasitario
del sector capitalista
<https://elpais.com/elpais/2019/10/11/opinion/1570808221_636252.html> integrado
en él? Es verdad. Si los capitalistas convencionales se extinguieran,
los nubelistas desaparecerían, incapaces de cobrar rentas de la nube a los
fabricantes. ¿Y qué? Cuando el capitalismo acabó con el feudalismo, los
capitalistas pasaron a ser parásitos de los terratenientes, en el sentido
de que, sin tierras privadas que produjeran alimentos, el capitalismo
habría desaparecido. Ahora, el sector capitalista tradicional también
alimenta el tecnofeudalismo, pero los que dominan son el capital y las
rentas de la nube.
El concepto de tecnofeudalismo demuestra que el hecho de que los
trabajadores del automóvil y los enfermeros se organicen
<https://elpais.com/economia/2023-10-31/los-trabajadores-ganan-la-huelga-del-motor-de-ee-uu-al-lograr-fuertes-subidas-de-sueldos-y-conquistas-laborales.html>,
aunque sigue siendo esencial, es insuficiente. Aclara lo que va a costar
movilizarse contra el cártel de los combustibles fósiles cuando nuestros
medios de comunicación funcionan gracias a un capital en la nube preparado
para envenenar a la opinión pública. Explica por qué el paso a los coches
eléctricos ha provocado la desindustrialización de Alemania
<https://cincodias.elpais.com/opinion/2023-09-25/alemania-ni-se-hunde-ni-se-desindustrializa.html>,
a medida que los beneficios de la ingeniería mecánica de precisión se
sustituyen por los dividendos que obtienen los propietarios del capital en
la nube dedicados a observar las rutas y los hábitos de los conductores. De
repente tiene mucho más sentido la decisión de Elon Musk de comprar Twitter
<https://elpais.com/economia/2022-10-28/elon-musk-cierra-la-compra-de-twitter-tras-siete-meses-de-tira-y-afloja.html#:~:text=El%2013%20de%20abril%2C%20Musk,excluir%20de%20Bolsa%20a%20Tesla.>,
como interfaz entre sus acciones de capital mecánico en Tesla y SpaceX y el
capital en la nube. La nueva guerra fría entre Estados Unidos y China,
especialmente desde que empezó la guerra de Ucrania, se explica como la
repercusión de un enfrentamiento de fondo entre dos tecnofeudalismos con
rentas de la nube, uno en dólares y el otro en yuanes.
¿No es alucinante? Todos esos avances científicos increíbles, esas
fantásticas redes neuronales y esos programas de inteligencia artificial
inimaginables
<https://elpais.com/tecnologia/2024-02-01/hablar-con-quienes-ya-no-estan-el-riesgo-de-resucitar-a-los-muertos-con-inteligencia-artificial.html>,
¿para conseguir qué? Para crear un mundo en el que, mientras la
privatización y el capital de riesgo vacían nuestro entorno de toda la
riqueza física
<https://elpais.com/estilo-de-vida/2024-02-02/del-coche-deportivo-al-piso-en-el-centro-ahora-los-influencers-presumen-de-vivienda-como-articulo-de-lujo.html>
, el capital en la nube se dedica a vaciar nuestros cerebros
<https://elpais.com/sociedad/2023-12-16/marc-masip-especialista-en-adiccion-al-movil-la-sintomatologia-mas-grave-que-vemos-en-adolescentes-se-da-en-su-habitacion.html>.
Para que podamos ser dueños individuales de nuestra mente, debemos ser
dueños colectivos del capital en la nube. Cuando hayamos recuperado nuestra
mente, podremos trabajar todos unidos para encontrar la manera de crear un
nuevo capital común en la nube. Será rematadamente difícil, pero es la
única forma de conseguir que nuestros artefactos basados en la nube dejen
de ser un medio fabricado para modificar el comportamiento y se conviertan
en un medio para la colaboración y la emancipación humanas.
Siervos de las nubes, proletarios de las nubes y vasallos de las nubes del
mundo, ¡uníos! No tenemos nada que perder, salvo nuestras cadenas mentales.
…………………………….
**Yanis Varoufakis (Falero, Grecia, 1961) es economista, ensayista,
activista y político. Fue Ministro de Finanzas en Grecia y es cofundador
junto a Bernie Sanders de la Internacional Progresista (IP). Este es un
texto escrito por él para ‘Ideas’ al hilo del lanzamiento de su último
libro, Tecnofeudalismo. **El sigiloso sucesor del capitalismo, de Deusto,
que se publica el próximo 14 de febrero. Traducción de María Lu*
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